POEMAS


La rosa roja

 

 Está el guerrero ausente. Su amante compañera el corazón henchido de lánguida tristeza borda una rosa blanca sobre un cojín de seda. Pínchase. De su mano fluye la sangre trémuda que al punto en encarnada la rosa blanca trueca.
Su alada pensamiento va a él, se hunde en la guerra: ¡Quién sabe si su sangre las nieves enrojezca! Aun el galope escucha de algún corcel que llega. ¿Será por fin su amado? ¡No es él! Es que golpea con ritmo presuroso su corazón en pena.
Ella se inclina entonces sobre el cojín de seda y va bordado en plata sus lágrimas que ruedan 
y esmaltan la frescura de aquella flor sangrienta.
                         LI-TAI-PO

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